Herederos de un pacto roto: Van Til, Sproul y Schaeffer



El Pacto No Es Una Abstracción:  Cuarenta Años en el Desierto?


Han pasado casi cuarenta años desde que R.C. Sproul publicó La Santidad de Dios (1985).

Han pasado más de cuarenta años desde que Francis Schaeffer lanzó sus advertencias finales en El Gran Desastre Evangélico (1984).

Y han pasado casi de cuarenta años desde que Cornelius Van Til, el apologista del pacto dentro del mundo reformado, partió a la gloria (1987). 

Ha pasado una generación.
Cuarenta años: el lapso bíblico de prueba, olvido y memoria.
Cuarenta años: la medida del extravío y de la posibilidad de regreso al pacto.

¿Y qué hemos hecho con el legado que nos dejaron?
Sproul nos devolvió el asombro.
Schaeffer nos regaló lágrimas.
Van Til nos dio estructura.

Pero ninguno de ellos logró sanar plenamente la herida.

Hoy nos encontramos en un desierto que nosotros mismos hemos construido:
El nacionalismo cristiano confunde el pacto con la conquista.
La apologética se ha reducido al evidencialismo y al control.
La teología se ha vuelto abstracción sin encuentro.

El olivo fue cultivado. Lo olvidamos.
El pacto era una herida. Lo sistematizamos.
La santidad de Dios era una llamada. La convertimos en una marca.


Sproul: Predicador del Encuentro del Pacto
El genio de Sproul fue que predicó la santidad como un encuentro.

No como un concepto. No como un sistema. Sino como una colisión aterradora y hermosa entre el pecador y el Santo.

En su relato del terror de Lutero ante Dios, y del temblor de Isaías en el templo, Sproul dio voz a un verdadero confrontamiento pactal.

Lutero no temía a un atributo abstracto; temía la justicia fiel del Dios del pacto.
Isaías no temblaba ante un ser infinito; temblaba ante el Señor del pacto cuya gloria 

llena toda la tierra.
Sproul tocó el carbón encendido.
Hizo que otros también lo sintieran.

Pero su marco teológico —arraigado en las tradiciones escolásticas reformadas— a menudo lo arrastraba de nuevo hacia la abstracción tras haber provocado el temblor del alma.

La santidad seguía siendo, para muchos, más una otredad ontológica que una cercanía relacional.


Van Til: El Pacto Defendido, Pero Frío
Cornelius Van Til, en otro frente, vio que todo conocimiento es pactal.
No existe terreno neutral entre Dios y el hombre.

Todo pensamiento es un acto de adoración o de rebelión contra el pacto.

La gran intuición de Van Til fue defender la realidad del pacto contra el ácido del modernismo.

Pero rara vez logró comunicarlo al corazón.

Su lenguaje fue técnico, combativo, y poco accesible para los fuera del ámbito académico.

Defendió el olivo, pero pocos probaron su fruto.

La teología pactal de Van Til quedó encerrada tras muros filosóficos.

Donde Sproul hizo temblar a las personas, ambos nos llevaron a argumentar.

Ambos vislumbraron un pacto truncado. 👉 ¿Qué hay de Esaú, Edom?

Ninguno sanó plenamente la herida.


Schaeffer: El Profeta Que Lloró

Y entonces estaba Francis Schaeffer —quizá el más herido de todos.
Schaeffer vio lo que se avecinaba antes que la mayoría:

La caída de la verdad en el relativismo,
el ascenso del pragmatismo dentro de la iglesia,
la seducción del poder político,
y la pérdida de la fidelidad pactal.

Su llamado era simple y devastador:

“Debe haber un regreso, en la iglesia y en nuestras vidas, a una aceptación plena de la Biblia como la Palabra de Dios, sin error en todo lo que enseña…”

”…un regreso a la práctica de la verdad, a la santidad de Dios, a la realidad de la verdadera espiritualidad.”

Schaeffer entendió que la santidad no es solo trascendencia —es verdad practicada en amor.

Es presencia en el mundo sin ser del mundo.

Vio venir el cautiverio de la iglesia, no solo a la cultura, sino al poder.

Un cautiverio que reformularía la teología del pacto en plataformas políticas y batallas ideológicas.

Schaeffer lloró.
Pero pocos escucharon.


Una Generación Perdida — y el Olivo Marchito
Cuarenta años después, las consecuencias son evidentes.
El pacto se ha convertido en sistemas doctrinales.
La santidad se ha transformado en consignas.
La apologética ha sido reducida a argumentos evidenciales.
La política ha reemplazado a la peregrinación.

Hemos vagado lejos del olivo cultivado.

Hemos convertido la fidelidad en facción.

Hemos intercambiado el asombro por estrategia.

El pacto nunca fue sobre poseer la verdad.
Siempre fue sobre ser poseídos por la Verdad — la Verdad que une, que sangra, que sostiene.


La Herida Que Sana
El pacto no es un engranaje teológico.

Es el costado traspasado de Cristo.

Es el carbón ardiente que purifica los labios para proclamar la misericordia.

Es el injerto de las ramas silvestres en el olivo cultivado —por gracia, por temblor, por presencia fiel.

Judas, el hermano del Señor, nos recuerda:

Recuerden la fe entregada una vez y para siempre.

Recuerden que la santidad es amor pactal, no abstracción.

Recuerden que somos guardados, no por nuestra certeza, sino por Su misericordia vinculante.

Cuarenta años han pasado.
Pero la herida permanece.
Y a través de ella, aún fluye la sanidad —si regresamos.


Bendición Final
Que no veneremos a un Dios que no conocemos.

Que no empuñemos un pacto que no hemos sufrido.

Que permanezcamos otra vez en la herida que une al Santo con los quebrantados, y por medio de la cual el mundo será sanado.


Notas
R.C. Sproul, La Santidad de Dios (Wheaton: Tyndale House, 1985).

Francis Schaeffer, El Gran Desastre Evangélico (Westchester, IL: Crossway, 1984).

Cornelius Van Til falleció en 1987, tras décadas de trabajo apologético centrado en el pacto en Westminster Theological Seminary.

Cornelius Van Til, La Defensa de la Fe, 4.ª ed., ed. K. Scott Oliphint (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing, 2008).

Francis Schaeffer, El Gran Desastre Evangélico, p. 320.